Libros: El Espíritu del Mago

El espíritu del mago, de Javier Negrete constituye la continuación de La espada de fuego, comentada aquí mismo en fechas anteriores y que como ya predije no tardaría demasiado en ser devorado.
Continúan las aventuras de la mayoría de personajes de la primera parte como Derguín Gorión ya convertido en Zelmanit y Kratos May, su maestro, así como de nuevos personajes que el autor introduce en la saga.
La longitud de esta nueva novela, unas 700 páginas, no es desde luego casualidad ni capricho sino más bien necesidad. Así como la primera novela de la saga, La espada de fuego, ya mostraba que podía ser el comienzo de algo grande, esta continuación lo afirma completamente.
El mundo de Tramórea y los personajes que lo pueblan comienza a expandirse, a revelarse en toda su extensión y riqueza. Nuevos personajes, nuevos pueblos, nuevas guerras e intrigas pueblan las setecientas páginas sin que se note un atisbo de relleno.
La acción se desarrolla en dos amplios frentes, basada en dos de los principales personajes de la saga, Derguín y Kratos, al tiempo que se van introduciendo nuevos personajes que sin duda tendrán mayor protagonismo en posteriores entregas. Por un lado seguimos la vida del nuevo Zelmanit, las dificultades que atraviesa con su nuevo estatus así como la búsqueda del espíritu de su amigo y mago Mikhon Tiq. Kratos May por su lado, se convierte en sargento de la Horda Roja, uno de los mejores ejércitos de Tramórea.
La llegada de los temibles Aifolu que siguen al nuevo mesías del dios que no puede ser nombrado y que se convertirán en el azote de todo Tramórea será el nexo final de unión de cada una de las historias de ambos personajes así como de los nuevos que se presentan.
Sin duda alguna, El espíritu del mago, supera con creces la primera novela, tanto en complejidad como en ambición y en mi modesta opinión y salvando las distancias la saga lleva camino de convertirse en la Canción de Hielo y Fuego española.
Espero que nadie se asuste por lo que acabo de afirmar, ya que se basa mucho más en sensaciones que en hechos. La pasión con la que leí la primera parte y la desenfrenada alegría con la que devoré la segunda me han llevado a compararla con la otra única obra de fantasía que me ha llevado por caminos similares.